Obra del mes - Abril 2022
Abril 2022
Giulio Turcato
(Mantova, 1912 - Roma, 1995)
Rovine di Varsavia, 1948
Pintura al óleo sobre tela, 90 x 115 cm
inv. AM 5007
La pintura Rovine di Varsavia es uno de los ejemplos más característicos de una serie homónima creada por Giulio Turcato entre 1948 y 1952, tras un viaje que realizó como representante de la Diputación italiana para el Congreso de la Paz en Breslavia, Cracovia, Auschwitz, Lodz y Varsavia. En las diferentes transformaciones gráficas y artísticas que el artista realiza, la ciudad se convierte en un símbolo de la locura totalitaria y destructiva del nazismo.
El poco color utilizado es muy sugestivo: el negro y una combinación de grises recuerdan la ciudad devastada por las bombas alemanas, donde resaltan los restos de los edificios destruidos, delimitados por el rojo oscuro de las ruinas en fuego. Imagen silenciosa de la destrucción y la muerte, las ruinas están compuestas de forma solemne y dramática, transmitiendo que el artista está perdido y desesperado ante este lúgubre espectáculo.
Desde el punto de vista meramente formal, la obra documenta el progresivo abandono del lenguaje figurativo por parte de Turcato y su original estudio abstracto, perfeccionado tanto a la luz de la pintura francesa moderna, especialmente de Cézanne, Matisse y el cubismo, como en comparación con los artistas italianos como Corpora, Fazzini, Guttuso, Monachesi, Consagra y Magnelli. En el contexto del intenso debate que enfrentó a los neorrealistas con los formalistas, la opción abstraccionista de Turcato se evidenció cuando se incorporó al Fronte Nuovo delle Arti (1946) y al grupo Forma 1 (1947) y se plasmó en la amplia producción de esos años: composiciones y paisajes, pero sobre todo ciclos inspirados en un sincero compromiso político ( marchas, revueltas, ruinas de guerra, trabajo).
En las Rovine di Varsavia, la pintura aparece en grandes áreas bidimensionales, sólidamente delimitadas, y la composición se estructura en uniones pensadas de contornos y en un color denso y áspero. En la abstracción no se evita la historia de la tragedia, sino que se amplía y se denuncia en toda su vergonzosa y desnuda evidencia, una llamada de atención universal y eterna contra los horrores de la guerra.
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