Obra del Mes - Enero 2024

El invierno de 1963 se recuerda como uno de los más fríos del siglo XX, con un gélido final de enero en muchas ciudades de la península italiana: Resulta difícil identificar el paisaje nevado retratado por Mimì Quilici Buzzacchi en El invierno blanco de 1963, teniendo en cuenta que la artista, tras trasladarse a Roma en 1945, un nuevo "espacio emocional" tras la tragedia de la guerra y la muerte de su marido, alternó vistas de la Ciudad Eterna (y en particular del Lungotevere y Monte Mario) con representaciones de los valles de Lombardía, Ferrara y el delta del Po, lugares a los que estaba unida desde su infancia.

Procedente de la colección privada del artista, este paisaje invernal con colinas y árboles representa significativamente la época de madurez de Quilici Buzzacchi, quien, tras una fase figurativa de descriptivismo desmañado, a partir de mediados de los años cincuenta se orientó cada vez más hacia formas abstractas y sintéticas, que recuerdan a Cézanne y Morandi.

La sensibilidad narrativa y poética del artista -fervientemente autodidacta, si excluimos las lecciones con el pintor piamontés Edgardo Rossaro- se declina ampliamente en paisajes y vistas urbanas, y también en una vasta y valiosa producción xilográfica, siempre en busca de una interpretación "moderna" de la regla humanística.

En 1963, la obra fue expuesta en la IV Rassegna delle Arti Figurative di Roma e del Lazio, celebrada en el Palazzo delle Esposizioni, y posteriormente en la Galleria Anthea de Roma; adquirida al año siguiente, pasó a formar parte de las colecciones capitolinas.

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